La apuesta por la innovación siempre ha sido una asignatura pendiente en España, pero parece que poco a poco las tornas van cambiando. No hace mucho, un informe de la ONU nos situaba en el puesto 30º de los países más innovadores, un ranking que encabezaban Suiza, Suecia y el Reino Unido, y que no se correspondía con el valor de marca del país, que nos situaba en una mejor posición, la 21ª.
Pero parece que la crisis económica ha despertado a las empresas españolas, que ahora buscan la manera de innovar y crear nuevas oportunidades. Soluciones que deben llegar de distintos puntos de la empresa, o incluso a través de sinergias con otros agentes del sector. Es lo que se llama “innodiversidad”, una estrategia que ya usan un tercio de las empresas españolas.
Precisamente la diversidad es una barrera que romper, que a su vez puede ser una oportunidad para el que se proponga superarla. El perfil mundial del emprendedor es claramente el de un varón, de unos 34 años, y blanco. Y, por tanto, las soluciones innovadoras que proponen abogan poco por la diversidad, ya que vienen todas de entornos similares. Atraer a un talento más diverso, que se mueva en otras realidades y proporcione soluciones radicalmente distintas es una de las piezas que hay que ajustar dentro de la maquinaria emprendedora.
La experiencia es otro valor al alza de cara a esta apuesta por la innovación. Las nuevas soluciones se suelen relacionar con la juventud, pero lo cierto es que, según un estudio, el 70% de las iniciativas emprendedoras que se consolidan están impulsadas por personas a partir de 45 años. Y es que las competencias adquiridas, los contactos, y los conocimientos permiten abordar estas innovaciones con una visión más realista y acertada.
Y no sólo sirve la experiencia dentro del sector, también sobre lo que supone crear una nueva iniciativa. Prácticamente 2 de cada 3 emprendedores repiten experiencia con una nueva start-up. El 62% en las últimas encuestas, para ser exacto. Un máximo histórico que supera ampliamente el 54% del pasado año. Y es que estos re-emprendedores tienen una tasa de fracaso de apenas el 8%, mientras que los que emprenden por primera vez suelen cerrar su negocio en más de la mitad de las ocasiones. Un dato que lo dice todo sobre la innovación en España.
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